Hasta hace poco, todo
lo que había pasado en la evolución humana parecía haber sucedido en África. El
análisis de ADN de hace 400.000 años muestra que la idea no es cierta.
Hace ya 20 años que el equipo de Atapuerca describió a los homínidos (homininos, técnicamente) de la Sima de los Huesos, en Atapuerca, como preneandertales: una gente que no era exactamente como los neandertales que vivirían en Europa cientos de miles de años después, pero que mostraba signos de estar evolucionando hacia ellos.
Y hace tres años se acabó de complicar definitivamente con la lectura de su
ADN mitocondrial: no era afín al de los neandertales, sino al de otra especie
arcaica distinta, los misteriosos denisovanos que vivieron hace 50.000 años en
Siberia. Las cosas no parecían encajar.
Pero la lectura de parte del genoma nuclear (la gran mayoría del genoma) de
los antiguos burgaleses ha aclarado la cuestión esta semana. El hombre de
Atapuerca era un preneandertal, después de todo, tal y como denunciaba su
morfología. Y sigue siendo, por tanto, muy probable que los neandertales
evolucionaran en Europa, y no en África. La afinidad denisovana de su ADN
mitocondrial no era un error, sin embargo: los científicos la han confirmado en
las nuevas muestras, y por tanto es ahora más enigmática que nunca. Si los
preneandertales tenían mitocondrias denisovanas, ¿de dónde sacaron los
neandertales sus mitocondrias neandertales?
No me lo digan: ¡De África!
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