lunes, 16 de enero de 2017

Manipulan los genes del parásito de la malaria para lograr una vacuna

Los científicos lograron activar el sistema inmune usando ejemplares debilitados del patógeno

La manipulación genética promete crear una nueva vacuna contra la malaria. Investigadores de EE UU han cambiado tres genes al parásito que la provoca logrando una población de ejemplares debilitados. Infectaron con ellos a mosquitos que picaron a una decena de voluntarios. Ninguno desarrolló la enfermedad pero todos activaron su sistema inmunitario contra el patógeno.
La malaria es la enfermedad infecciosa que más mata cada año en el mundo, en especial a niños. Unos 300.000 pequeños de menos de cinco años murieron en 2015. A pesar de las mosquiteras, de los insecticidas, de las medicinas, de los millones dedicados a su lucha por filántropos como Bill Gates,  ese año había 214 millones de infectados, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Solo el coste de controlar la enfermedad superó los 2.400 millones de euros en 2014.
Pero para vencer a la malaria falta el arma definitiva: una vacuna que inmunice a la población expuesta. El problema es que el Plasmodium falciparum, la especie de protozoo que causa la variante más dañina de la enfermedad es un bicho difícil de combatir.
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La zona cerebral que reconoce las caras crece hasta la edad adulta


El descubrimiento revela un nuevo modelo de generación de módulos especializados del córtex
De la infinidad de cosas que podemos reconocer a nuestro alrededor, pocas serán tan importantes como las caras de otras personas. De hecho, esta facultad es tan valiosa que cuenta con un módulo específico y exclusivo en el córtex cerebral, la sede de la mente humana. Los científicos han puesto sus lupas de alta tecnología sobre esa pequeña región cerebral y han descubierto algo completamente inesperado: que sus células siguen proliferando hasta la edad adulta, y que ese crecimiento se correlaciona con la mejora del talento para reconocer las caras y sus expresiones. Es la primera vez que la maduración de una facultad mental se asocia con la proliferación de neuronas. El hallazgo revela un nuevo modelo de aprendizaje, por completo insospechado.

El misterioso tercer elemento del núcleo de la Tierra



Un equipo de investigadores japonés propone el silicio, el segundo elemento más abundante de la corteza terrestre, como el componente del 5% de su núcleo.

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¿Editaría los genes de su próximo hijo para que fuera mejor que el anterior?

La genética podría permitirnos crear individuos más listos, bellos y longevos. ¿Estamos preparados para este debate ético?

El procedimiento de una prueba genética es muy sencillo: se toma una muestra de saliva y se envía al laboratorio donde se extrae ADN de las células. Hay tests de este tipo para saber la compatibilidad genética con su pareja y evitar en lo posible la afección de dolencias a su futuro bebé; para chequear a los donantes de óvulos y semen; para conocer genéticamente a un embrión antes de su implantación en el útero y para, en fin, anticiparse a un destino genético que cada vez más iremos manipulando para disfrutar de una mayor calidad de vida. Ciertamente, suena a manipular el sino genético con el que vinimos al mundo, pero ningún comité ético cuestiona el tratamiento de enfermedades específicas. “La mayoría de bioéticos distingue sabiamente entre la terapia génica aplicada a células somáticas (no sexuales) y a las reproductivas o germinales”, explica Blanca Laffon, profesora titular de Psicobiología en la Universidad de A Coruña y coautora del libro Terapia génica (CSIC y Catarata). La terapia de células somáticas sigue los mismos principios que las terapias con fármacos habituales, pero los referentes a las células reproductoras son más difíciles de clarificar.

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La Luna pudo formarse tras varios impactos de planetas con la Tierra


Raluca Rufu, astrofísica del Instituto Científico Weizmann de Israel, ha reabierto el debate del origen lunar gracias a una simulación matemática, concluyendo que nuestro satélite fue formado por numerosos choques . El estudio refleja que "al menos 20 impactos" tuvieron lugar en la Tierra primaria y, por ende, debieron conformar la Luna tal y como la conocemos hasta ahora.

"El escenario de varios choques es una forma de explicar el origen del satélite de forma más natural. En los inicios del Sistema Solar, los impactos fueron muy abundantes, por lo tanto es más evidente que varios planetas chocaran con nuestra joven Tierra e hicieran la Luna, en lugar de un sólo impacto", explica a EL MUNDO la astrofísica israelí. Esta hipótesis ya fue propuesta por el investigador australiano Alfred E. Ringwood en 1989, aunque nunca llegó a realizar un análisis numérico exhaustivo del origen.
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